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¿ESTÁS CON ELLOS O CON NOSOTROS?

No siempre fui inquieto de mente, no demente. De mente.

Suena raro, pero aguantá que te aclaro porque sino esto termina en cualquier lado.

Me refiero a estar pensando de manera continua en nuevas ideas para desarrollar. Te soy sincero. No lo controlo. Es algo que se cruza en el camino y le doy rienda suelta sino no puedo dormir. Me persigue la idea hasta que al menos la escribo en un papel de pendientes.

Hace unos cuantos años atrás me pasó algo revelador en la escuela. En realidad , fue una pregunta reveladora. Una pregunta que me hizo el Profe Cono Naranja.

Te cuento cómo fue.

Ese tipo fue por afano el profe más flojo que tuve. No hacía ni sabía nada. Era un simple cono naranja de esos que ponen en la calle los inspectores de tránsito para marcar por donde hay que ir.

Ese día. Esa mañana, al profe cono naranja le brotó por encima del ojo derecho una vena roja furiosa. Era… ¿cómo decirte? enorme.

En los recreos de aquella escuela eran habituales los partidos de fútbol y…

sus consecuentes pelotazos en el portón.

Debo admitir que sonaban fuerte pero bueno, eso hacen los pelotazos. Ruido. Y se ve que ese día al profe cono naranja no le gustó.


Si tuvo un mal día no lo sé.

Pero sí sé que descargó su ira quitándonos la pelota primero, y dando un discurso irracional y aburrido después.

Te soy sincero. No entendí nada.

Me molestan los gritos. Mucho. Mi cerebro ante el grito absurdo automáticamente pone alguna escena de Los Simpson y listo. Es así. Fue una habilidad que adquirí de chico y no la tengo en el curriculum por si preguntabas.

Sigo.

Cuando el profe cono naranja se dio cuenta que mi cuerpo estaba ahí pero mi mente no, se enfureció mucho más ¿y la vena? por supuesto, también. Parecía que esta se iba a desprender de su cabeza e iba a tomar vida propia.

El tipo se paró enfrente mio. Me miró serio. Inhaló y expiró 3 veces y ahí me largó la pregunta que hasta el día de hoy me la repito cuando creo que estoy estancado:

—Vas a tener que tomar una decisión. Es con ellos o con nosotros —me dijo mientras señalaba al grupo inquieto del curso.


Hasta ese entonces nunca me había planteado decisiones profundas pero había llegado el momento de tomar la primera. Elegir entre ser un quieto y obediente de cualquier capricho ajeno o ser un inquieto.


Cuidado.

Ser Inquieto no significa ser irrespetuoso, ni tratar mal al otro ni nada por el estilo.

Ser inquieto es buscar nuevas cosas por hacer. Es proponer un nuevo enfoque y probarlo. Si funciona, sigue. Y si no funciona, corrige y sigue.

No se queda pensando en si hubiera hecho tal o cual cosa. Lo hace. Nunca se va a lamentar por qué no lo intentó.

Por supuesto que no se va a tirar de un avión sin paracaídas. Eso es de necio. De un trastornado. De un fanático que apoya a un político que nunca verá en su vida.


Un Inquieto vive. Respira. Se mueve.

Escribe.

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